martes, 15 de julio de 2008

Para leer a dos tiempos

De nada sirve fingir.

¿Para qué silenciar los violines? No cortes sus cuerdas, no lo hagas.

El rugido indómito, siempre resurgirá.

Y entonces, ¿Por qué, condicionarlo?

Supongo que es el miedo a no saber como controlarlo.

La aldaba me hace sonar, me hace vibrar… pero no me atrevo a abrir…

No puedo imaginar que es lo que hay del otro lado…

Estará allí, la pureza del placer?

Quizás, se encuentre un recuerdo antaño?

O el simple cuerpo?

Siempre esperamos encontrar algo. El problema nace, cuando no encontramos nada.

Ese es el momento en que debemos mediar entre la ilusión y la realidad.

Porque, una posibilidad es que nunca haya existido tal o cual cosa.

Y así la tristeza omnímoda, te desliza con sutileza a la gramilla; seca, incolora, áspera.

Ya sos otro ser luctuoso, vagando en la penumbra… caminando en la ciudad.

Así, pasan los segundos, horas, días, meses…las estaciones.

Y cuando se aproxima aquel deseo, quedan impunes los rencores, los llantos grises, las sonrisas dibujadas, y los amantes sin sentido.

Es que el calor se propaga, por los dedos, por la cintura, por el cuello… y causa escozor.

Hasta la imagen incrédula en la mente, te hace excitar.

La maravilla se hace presente, se quebrantan todas las leyes establecidas.

Ya nada se puede evitar, ni aquel subrepticio salvajismo.

Se esfuma la languidez, ese dolor lancinante, hasta el tiempo.

El sentimiento ya está, sojuzgado sobre las sabanas húmedas, de donde jamás podrá escapar, de donde ni siquiera yo quiero escapar. Allí el deseo de privación de libertad se hace evidente, y no como un acto delictivo, sino como muestra de sosiego.

Los pétalos se caen. Una flor tan bella no puede durar eternamente. Es ley.

A menos que sea artificial.

Y como tanta vida hay en ella… y el plástico es fantasma… se marchita.

Aun que cause zozobra arrojarla, debes hacerlo.

Al menos hasta que sus semillas vuelvan a darte aquella maravillosa flor, ardiente en su color, deliciosa en su aroma, y con perfecta simetría.

Este sentimiento, bajo mi asubio estará.

Hasta ser condenada, por el simple acto de sentir, de ser, de existir y vivir.

No me crucifiquen por este paroxismo; es una simple abiogénesis que no pude controlar.

Mientras en este letargo, espero…

Observando aquellas nubes arreboladas… que paz transmiten.

No voy a llevar mis manos a la boca. No lo voy a hacer.

Simplemente voy a yacer.

Yo sé muy bien que mi nombre y mi ser, no genera gran epéntesis.

Quiero lograr, hacerte un adicto de mi amor.

Cada detrimento prometo sanar.

Tu cuerpo exultar…

De sicalipsis nutrirte...

No existe la parafasia, es amor lo que siento…

Otra palabra no puedo usar…

Cada día deseo adorar, un poco mas de vos… un poco mas de ese cuerpo sensacional.

Julia

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